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REGIONALES
Selva Eterna volvió a Mburucuyá en el intenso calor de febrero
Regionales - 02-03-2015 20:46:08
En la reciente edición de la Fiesta Nacional del Auténtico Chamamé en Mburucuyá, tuvo una invitada de lujo, Selva Eterna que volvió después de una ausencia de 57 años. Su presencia fue una devolución de gentileza tras una visita a su hogar por parte de un grupo de correntinos, cumpliendo asà su promesa de pisar la “Tierra sin mal”.
Acompañada de un matrimonio amigo y de otra dilecta amiga, Selva regresó a Mburucuyá para desmadejar recuerdos. Esa mujer en su juventud pasaba sus vacaciones en esta localidad correntina, visitando a su tÃo Ladislao Miño, hermano de Eustaquio. Era nieta de un mburucuyano, Filemon Soloaga casado con una Niella, familiar del primer obispo de Corrientes.
Selva venÃa de Formosa que en ese tiempo era territorio nacional y se parecÃa mucho a un pueblo grande, era la epoca de la colonización y presencia de la patria de aquellas tierras.
En su juventud contaba los dÃas para que llegue ese dichoso de viajar a Mburucuyá a compartir con su primos y con un grupo grande de otros amigos entre los que estaba Salvador Miqueri.
Según comentan, Selva era una llamativa mujer no sólo por su aspecto si no por la gran riqueza de espÃritu, su llegada era todo un acontecimiento para sus amigos en Mburucuyá ,tocaba la guitarra, cantaba, recitaba.
La tertulia era el primer paso para después convocarse todos en la plaza de las naranjas,donde estaba la única vereda asfaltada que se llamaba la costanera, que iba desde la esquina de la iglesia hasta la casa de las Siva Chávez, se continuaban con largas guitarreadas, donde cada uno mostraba su arte, habÃa violines y algun acordeon o bandoneón en menor medida, recordó esa excitación sobrenatural, magnÃfica, de reconocer un alma gemela en otra persona, de abrirle delicadamente los pétalos a una amistad. Un amigo nuevo era un tesoro, un camino, un descubrimiento, una aventura compartida.
Llegamos a Mburucuyá y los ojos de Selva retrataban recuerdo de lugares, momentos, olores, pasamos por la farmacia de su tÃo, recordó los vecinos, pasamos frente al negocio de Salvador, que quedaba en la esquina de la casa de la tÃa de Selva y por donde ella pasaba asiduamente y donde conquistó el amor de Salvador,“una noviecita de mis veinte y tantos años que se fue a estudiar farmacia a Córdoba y me dejó una gran pena en el corazón; las penas juveniles parecieran doler por más tiempo, recordó en algún momento el Lucero cantor.
Pasamos por los hoteles de Pucciariello y Laurenzana, por el negocio de Torrado el de Lentijo, fuimos hasta la Querencia para llegar a la vieja estación del económico, vehÃculo obligado para llegar a Mburucuyá, recordó a este tren trocha angosta, que ya no existe, devorado como tantas cosas por el mentado progreso, la pequeña locomotora a vapor, alimentada a leña, los vagoncitos destartalados, uno para cargas varias, y el de pasajeros. La lentitud, la velocidad de paso de hombre.
Recordó las siesta imprescindible , llevando catres bajo unos enormes mandarinos,en fin un sinfin de momentos lleno de momentos, miro hacia atrás y ¿qué quedan? .Momentos. recordó aquella adolescencia con olor a azhar del pueblo. Aquellos libros de cubiertas satinadas, difÃciles de hallar, caros, prohibidos.Palabras que se unÃan formando oraciones que formaban pensamientos que formaban habitaciones que formaban ciudades que formaban mundos. Mundos de cristal y desaire en cuyo interior se podÃa ser libre y crecer. olió aquel pan, imaginó las arboledas, disfrutó del esplendor azul de las lagunas, abrazo con ternura, pétalo a pétalo todos esos momentos, y algunos que sucedieron ayer -una sobremesa larga y bien conversada-, el calor de un vaso de vino, la música- las confidencias- y otros que están por suceder son, ni más ni menos, la vida, ecuación perfecta de la suma de momentos de ese rÃo inmenso que nos trae, la vida.
Y por último entonamos selva eterna,“Será nuestro edén un rancho florido/ donde pasaremos dÃas felices/ me harás olvidar el tiempo sufrido/ al saber que tú eres sólo mÃa”.
Ya de vuelta a la Loma Alta recordé Rabindranath Tagore
Qué pequeña eres brizna de hierba. SÃ, pero tengo toda la Tierra a mis pies.
Colaboración: José Miguel Bonet Época
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